Camille Claudel: una loca por el arte y el amor



Nació en Villeneuve, Francia, en 1864 y demostró su inclinación hacia el arte desde muy pequeña. Paradójicamente fueron su padre y su hermano los que la comprendieron y apoyaron mientras que su madre y su hermana la condenaron duramente.

Cuando la familia se trasladó a Paris, Camille se inscribió en la Académie Colarossi. Para ello, debió irse a vivir sola ya que su madre no aceptaba su “locura por el barro” (así llamaba la fascinación de Camille por la escultura).

Vivir y relacionarse con artistas, la llevó a conocer al célebre escultor Auguste Rodin (si, el mismo que hizo esculturas como “El pensador”). Ella comenzó como su discípula y más tarde como su asistente, pero la pasión por el trabajo los unió más allá de sus obras, y así surgió un amor tórrido y desesperado.

Las obras de Camille comenzaron a ser elogiadas por los expertos que admiraban la vida que les otorgaba a sus esculturas, pero sin embargo en ese entonces no fueron reconocidas por el hecho de que la autora era mujer, por ese motivo no fueron exhibidas.

Al pasar el tiempo, el amor y la envidia se entretejieron. El espíritu competitivo de Rodin no soportó el enorme talento de Camille, su discípula y amante, y dio lugar al maltrato. Él le dijo que quería terminar su relación porque no quería que un discípulo lo superase y menos si era mujer (el machismo de ese entonces era demasiado grande). Camille se desplomó, terminó su relación y se encerró en su estudio por muchos años. La belleza de su piel había desaparecido, el brillo de su mirada cristalina, se la veía avejentada y en un estado de inestabilidad emocional.

Tiempo después, Rodin se arrepintió y comenzó un profundo diálogo entre ellos que se tradujo en sus obras: Él le dedicó su famosa escultura en mármol “El beso”, para intentar recuperarla


y Camille le respondió con “El abandono”.

En 1913 murió la única persona que podía contenerla, su padre. Camille fue internada por orden de su madre en el asilo de Ville-Evrard y un año después fue transferida al hospital psiquiátrico de Montdevergues donde la albergaron hasta su muerte.

Su madre y su hermana jamás fueron a visitarla, y su hermano Paul Claudel, embajador y poeta adinerado, se negó a pagar la pensión hospitalaria. Ellos rechazaron el consejo de los médicos de regresarla a su casa.

Ella no estaba loca, simplemente era una mujer de genio incomprendido y demasiado apasionada para esa época.




No hay comentarios:

Publicar un comentario